domingo, 6 de mayo de 2012

La comunidad Beraca llega a Rocha para quedarse

Escribe Juan José Pereyra

Es una ONG que atiende a los afectados por la droga.
“Una bocanada de aire fresco y esperanza en un mundo donde a veces parece que la batalla está perdida”.


Hay ya cuarenta y cinco centros o comunidades Beraca en el país. En muy poco tiempo nuestra ciudad tendrá la suya. Es una ONG que ayuda a salir de la droga, a quienes están en situación de calle, a madres solteras, a gente que padece alcoholismo, marginación y violencia doméstica.

La cabeza principal es el Pastor Evangélico Jorge Márquez. “Es nuestro guía espiritual”, dice Ricardo, uno de los encargados de las comunidades en esta zona. Contó que hace muchos años Márquez conoció en España las comunidades Remar. Con esa idea se fue formando de a poco esta institución para ayudar a la gente más carenciada y vulnerable.
Aiguá fue el puntapié inicial. “Fuimos pioneros y comenzamos a extendernos. Ya se cumplieron catorce años”, agrega Ricardo.
El Este dialogó en exclusiva con Ricardo, Adrián un joven de 25 años y Víctor Hugo también muy joven, hoy encargado de Beraca Aiguá.
Este es un resumen de la entrevista. Es la primera parte. Habrá una segunda con más información y duros testimonios como el de Adrián, que hoy conoceremos.

Ricardo

La droga no tiene rostro, ataca tanto  al que está arriba como al que está abajo, actúa desde lo oculto. Todos somos testimonios de vida y una demostración que, a través de las comunidades, se puede salir de lo peor.
Estamos trabajando muy fuertemente para tener una comunidad en Rocha. Venimos una vez por semana y vemos los chicos en la calle, chiquilines, a veces de hasta ocho años que se están drogando y se ven acá, en la Plaza Independencia, en pleno centro. Vemos también gente que da vuelta la cara y dice “estos drogadictos”, pero si esas personas tendieran un poco la mano para ayudarlos, no habría tantos en la calle.

¿Cómo se financian?

 Cuando vienen los chicos se les habla, se les hacen entrevistas, varias, pueden llegar a cinco entrevistas, para saber si la persona quiere cambiar. Muchas veces en la mitad del proceso dejan y se van. Eso nos duele muchísimo porque uno los quiere como quiere a un hijo .Lo que se cobra es nada: son setecientos pesos por mes en alimentos no perecederos al que pueda. Para financiar la comunidad hacemos trabajo de granja, muchas cosas.Los chicos salen a vender alfajores, masas, paños de piso, repasadores. Los chicos que salen a las calle son los que ya están a punto de terminar el proceso de recuperación, son chicos que ya se están ganando la confianza.

Víctor Hugo

Cada comunidad se sustenta de lo que produce. Por ejemplo, los paños de piso son hechos dentro de las comunidades. Los fabrica una comunidad  Madre de Villa Española y nosotros los compramos y los revendemos. Ahí se están sustentando dos comunidades a la vez, Beraca Madre en Montevideo y Beraca Aiguá. En cada comunidad hay grupos líderes o hermanos mayores que son los que se dedican a vender y todo se hace con sacrificio. Nosotros tenemos cinco hectáreas en las que también tenemos quinta y llevamos al pueblo verdura, acelga, remolachas, zapallitos, tomates. Trabajamos, nos esforzamos en la quinta. También tenemos panadería. Cuando se puede se compra el material para producir y siempre seguimos invirtiendo después de sacar la ganancia. Vale la pena, uno se siente lleno después que hace cada una de esas cosas. Cuando llega un chico de la calle que no tiene familia, que no tiene qué ponerse uno se siente bien cuando trabaja y sale a vender para que a él no le falte nada.

Adrián

Tiene veinticinco años y vivió en una familia con un padre alcohólico donde había maltrato, agresión a la madre y él se dio cuenta que eso
“no era un hogar, un lugar donde poder confiar, hablar. Quería que no existieran los fines de semana porque era cuando mi padre comenzaba a tomar y ponerse cada vez más agresivo con todos nosotros. Empecé a refugiarme en lo que había en la calle donde había también adolescentes que huían de su casa .Ahí empecé con la marihuana. Sentíamos que eso nos aliviaba un poco la amargura que teníamos en nuestro corazón. De repente vi que no saciaba eso que sentía en mi corazón. Al principio se siente un alivio, un descanso al cuerpo,  un escape, pero luego empieza a haber una dependencia. Uno cree que siente alegría pero es un engaño, no es real. Como toda droga había un proceso y empezamos a acercarnos a la cocaína que te permitía salir a bailar y no cansarte en toda la noche. Tenía 16 años. Es un mundo de engaño, uno siempre está mintiendo para tener dinero y seguir consumiendo. Llegaba el fin de semana y mi compañera era la sustancia. No era una chica, no era un amigo. Tenía un trabajo y destinaba casi todo el sueldo a la droga y cada vez más iba perdiendo las ganas, la concentración. Ya no quería trabajar tampoco. En lo social cada vez más me fui quedando en el grupo que estaba en la misma que yo, pensando sólo en consumir. Y llegó un día que empecé a consumir pasta base y ahí fue el desplome. Tenía 18 años. Cuando me faltaba, sentía que me alteraba, me ponía nervioso. La cocaína y la pasta base producen euforia, alegría, placer  y después se cae en un pozo. Es peor con la pasta base. Se sube muy rápido, uno se siente súper poderoso, sin límites y de repente todo se viene abajo y uno empieza a cuestionarse todo lo malo que hizo para poder consumir desde robar a pegarle a la madre para que le de plata…Y llega un momento en que nada ya importa. Y uno dice ahora le doy a la droga hasta que reviente porque no se ve otra cosa.”
 Adrián intentó comenzar una nueva vida. Se casó, dejó la droga pero muy poco tiempo después volvió a caer.

“Le hacía a mi esposa el mismo daño que mi padre le hacía a mi madre, empecé a repetir la historia que viví en mi casa. Y lo hacía no con el alcohol pero sí con la cocaína y la pasta base .El matrimonio se destruyó. Para mí la vida pasó a ser una pipa y un poco de pasta base. Me miraba al espejo y veía un cuerpo puro huesos y una mirada sin vida. Un día le hablan a mi madre de la comunidad Beraca y empecé a hacer las entrevistas con muchas resistencias de mi parte hasta que las terminé. Me certificó un siquiatra. E ingresé. Cuando veníamos en la ruta yo estaba desesperado buscando un poco de vida en mí, ya no había más nada en mi. Estaba desesperado por un poco de vida, por respirar un poco de aire puro. Si había una esperanza para mí la iba a agarrar a dos manos. Quería cambiar, despojarme de esa vida vieja. En Beraca empecé a conocer un amor que todo lo llena en todo. Conocí gente que sin pedir nada a cambio estaba dispuesta a ayudarte, a escucharte. Hace casi seis meses que estoy libre de droga. He tenido mis luchas. Comprendí a través de ellos que hay un período para sanar tu corazón , a darme cuenta que lo que me llevó a aquello fueron las heridas que tenía en mi corazón .Pude identificar la violencia que viví en mi casa y a identificar esa área para que mi corazón pudiese ser sanado. Hoy tengo esperanzas de que puedo salir adelante, que en el día de mañana podré reintegrarme a un trabajo .Siento que hay esperanza para mí. Agradecido a Beraca. Veo cómo ellos tratan de incluir a la familia que es muy importante .Es un problema no sólo de la persona sino también de la familia. Cuando en Beraca ven que quieres cambiar empiezan a darte responsabilidades. Afuera nadie daba mucho por uno y cuando veo chicos que siempre fueron marginados en la casa y en todos lados veo al poco tiempo cómo van cambiando y eso te llena el alma”.

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